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El Señor de los Mares!!!

Francisco «Pancho» Sanabra es un vecino de la ciudad de Puerto Madryn, en la provincia del Chubut. Hombre de mar, vive frente a ese inmenso espejo de agua que se une con el horizonte. Con mucha frecuencia, nos sorprende con la presentación de algún nuevo libro o con alguna actividad que lo tiene como protagonista.  Es el «Señor Buceo» y junto a otros protagonistas, «viven» en el mar.  Otros pilares del buceo local fueron Bruno Nicoletti (el primer presidente de la FAAS), Nelson Dames, Hipólito «Negro» Giménez, Oscar «Cacho» Comes, Mariano «Malevo» Medina, Adalberto «Peke» Sosa (ternado en 2000 entre los deportistas del siglo en la ciudad; tiene una empresa de avistaje de ballenas en Puerto Pirámides), Oscar Wheeler (representó a Bahía Blanca), Nelson Moré y Carlos «Loco» Beloso (fallecido mientras buceaba, el 15 de marzo de 2002). Para rescatar esos valores, hoy compartimos esta nota.

Señor Buceo (Diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca del 01/02/2004)

El prefecto no tenía la menor idea de quién era el hombrecito ese, todavía de alguna manera atlético, con casi 70 años que, sí, se movía como pez en el agua. Así que le dijo seriamente:

–Señor, usted no puede bucear solo. Debe hacerlo con un profesional.

«Pancho» sonrió mientras mordía su labio inferior y negaba con la cabeza y pensó que no podía ser, que el destino no le podía jugar una broma como esa. No a él, que acababa de recibir una distinción como pionero de las actividades subacuáticas y de la historia y la cultura del mar. No a él, que a tantos enseñó profundos secretos y hasta dirigió el equipo argentino campeón sudamericano de caza submarina en 1972. No a él, que tantas veces colaboró con los rescates de Prefectura y cuya única hija se casó con el prefecto Edgardo Camiatti.

Pero el pibe era nuevito en la delegación de Puerto Madryn y sólo estaba haciendo su trabajo. Al fin y al cabo, era verdad que «Pancho» no tenía el carné de buzo: como se vinculó desde el inicio a la Federación Argentina de Actividades Subacuáticas (FAAS), la entidad que los expide y de la que fue presidente entre 1976 y 1977, siempre le dio pudor hacerse el brevet. Y ahora qué va a rendir los exámenes: «Tengo amor propio», dice.

Ese día, hace tres años, Francisco «Pancho» Sanabra salió del agua, nomás. Pero volvió y volverá. Por ahí pasa su vida y por ahí (asegura) pasará su muerte.

Haciendo memoria

Cuando era chico y papá Jaime, un catalán de Barcelona, y mamá Catalina, hija de italianos de Calabria, lo dejaban salir a jugar, no había discusión: él y sus amigos iban a la playa. Creían que el mar azul virgen les pertenecía.

«Pancho» nació en Madryn y, finalmente, supo que el mar le pertenecía después de entrarle y descubrir muchas de las cosas que hay bajo su superficie. Como sucede con las personas.

Todo el pueblo hablaba de esos atorrantes que habían llegado desde Buenos Aires y se ponían aparatos raros y se sumergían y decían que había otro mundo ahí abajo.

La década del 50 ya se había partido al medio, entonces. Una tarde «Pancho» fue a lo del librero Antonio Torrejón, quien estaba tan metido en la actividad que se transformaría en el hombre más emblemático del buceo argentino.

–¿Yo puedo bucear? –le preguntó.

–¿Y cómo no vas a poder?

Don Antonio le regaló una máscara francesa de goma verde marca Champion y un precario esnórquel, con lo que «Pancho», a los 24 años, empezó para ya no parar.

Buceaban desde septiembre hasta abril y fuera del verano soportaban como podían los 10 grados del agua. Algunos usaban un pulóver grueso de lana; otros se untaban lanolina, una grasa que se obtiene de la lana de oveja y después cuesta horrores sacarse de encima. Cuando salían, «azules y medio muertos», se revolcaban en la arena seca caliente o se amuchaban «como indios» alrededor de un fueguito salvador.

–Nunca supimos cómo no nos pasó nada –dice «Pancho».

Por supuesto, tampoco tenían tubo de aire. Hiperventilaban y aprovechaban una y otra vez los segundos de apnea. Pero eran horas de felicidad.

Además de «Pancho», entre otros pilares de que el buceo se desarrollara en el país y de que Madryn fuera consagrada, en 1962, Capital Nacional de las Actividades Subacuáticas, estaban Bruno Nicoletti (el primer presidente de la FAAS), Nelson Dames, Hipólito «Negro» Giménez, Oscar «Cacho» Comes, Mariano «Malevo» Medina, Adalberto «Peke» Sosa (ternado en 2000 entre los deportistas del siglo en la ciudad; tiene una empresa de avistaje de ballenas en Puerto Pirámides), Oscar Wheeler (representó a Bahía Blanca), Nelson Moré y Carlos «Loco» Beloso (fallecido mientras buceaba, el 15 de marzo de 2002).

–Miedo, lo que se dice miedo, nunca le tuve al agua. Sí respeto. Y cariño –asume «Pancho»–. Yo sé que me va a recibir cuando llegue mi hora.

Todos los gustos

Ahora sólo está para esto. Hace un año dijo: «Basta. No laburo más», y cerró la ferretería y casa de artículos para el hogar.

Vive frente al golfo y si, por ahí, un día se le ocurre hacer fideos con salsa de pulpitos, cruza la calle, se calza la luneta, el esnórquel y las aletas, nada unos 200 metros y los trae fresquitos. Y si quiere un par de salmones, se sube a una lancha hasta San José y baja 20 metros para conseguir los más sabrosos.

Conoce toda la zona, pero cada vez que se sumerge encuentra algo nuevo.

–Por eso el buceo es una pasión. Igual, para entenderlo hay que practicarlo. Se trata de algo distinto. Nunca lo voy a poder explicar: cuando te metés, olvidás todos los problemas. Como si fuera una terapia.

A «Pancho» nunca se le ocurrió abandonar en serio. Pero en 1979 flaqueó cuando un accidente de moto le robó a su hijo mayor, Alejandro. Le decían «Alex», tenía 19 y el año anterior, para llegar con todo al siguiente Mundial de caza submarina, había empezado un entrenamiento intensivo con el mejor instructor: su orgulloso padre.

–Fue mucho el dolor, pero nosotros siempre decimos: «El que queda, sigue», porque sabemos lo que nos puede pasar. Yo estaba muy mal. No quería saber nada. Y vino un pibe que buceaba con mi hijo y me dijo: «Acordate que le prometiste a Alex que ibas a seguir hasta el final». Y entonces seguí.

Sus otros hijos, Fabián y Pablo, también siguieron. Hoy están al frente de la empresa Ocean Producciones, de buceo y filmaciones subacuáticas.

Y por supuesto los nietos siguen. Cada verano se juntan los cuatro: Salvador y Agustín, que viven en Madryn, y Martín y Julián, que llegan desde Buenos Aires apenas terminan la escuela y se vuelven un día antes de que empiecen las clases.

–Que los chiquitos compartan la pasión es mi mayor orgullo –cuenta «Pancho»–. Los llevo a darles de comer en la boca a bichos de 20 kilos, pero igual no les muestro mis lugares secretos. Son códigos: cada buceador tiene sus ranchitos y no los bate nunca.

Sin pausas

En estos 45 años de actividad subacuática sin pausas, «Pancho» vio de todo y por todos lados. Buceó en el Caribe, en el Mediterráneo, en el Brasil…

–Pero me gusta más este golfo. Es el mejor lugar porque todavía es virgen. Hay de todo –repite– y siempre te encontrás con algo nuevo.

Durante la temporada, cada día «Pancho» se tira un rato al agua. Normalmente entre las 12 y las 15, acostumbrado por tantos años de trabajo en horario comercial.

Bucea cabalgando un submarino sui generis de 1,20 de largo que él mismo construyó en fibra de vidrio. Tiene motor, hélice, profundímetro, brújula y una hora de autonomía; se llama «Wilson», como la pelota de vóley que acompaña los desvaríos de Tom Hanks en la película Náufrago.

«Pancho» Sanabra siempre se cuidó: no fuma, no toma y a los 69 años se somete a un chequeo médico cada seis meses.

–Igual, está claro qué va a pasar. Mi mujer Raquel sabe cuál es mi ley; sabe como yo que es probable que me muera un día en el agua. Ojalá así sea.

La televisión engorda

Hace tiempo que el actor Alfredo Casero, vecino de Puerto Madryn, insiste para bucear con «Pancho» Sanabra.

«Somos amigos íntimos. ¿Viste que me menciona en una publicidad de fernet? Bueno, pero yo igual no lo quiero llevar porque está muy gordo. Se me va a quedar abajo…», dice «Pancho».

No es un mero pescado

Según «Pancho» Sanabra, el pescado más rico para comer es el mero.

«Tenés que tirarlo en la parrilla, sin limpiar. Una vez que se cocina vuelta y vuelta, le sacás el cuerito y le agregás un toque de limón. Queda espectacular.»

El Abuelo

Hace unos años «Pancho» buceaba en el Golfo San José. Parecía un día más de verano. Después de unas horas se cansó y fue a levantar el ancla. Una fuerte correntada había enturbiado el agua, pero igual alcanzó a divisar la cola del salmón más grande que vio en su vida.

«Pancho» salió a la superficie, tomó aire y rápidamente volvió abajo. Pero el pez ya no estaba.

Esa sombra enorme le quedó grabada en la cabeza. Por supuesto, al día siguiente regresó al lugar. Y al otro. Y también al siguiente. Y nada, nada, nada.

Tuvo que aguardar dos meses para reencontrarlo: ahí estaba el salmón gigante, a cinco metros de «Pancho». Calculó que tendría unos 1.4 metros de largo y más de 30 kilos de peso. «Es un monstruo», pensó. Le apuntó con el fusil pero no le pudo tirar… y se fue, no sin antes registrar la posición en el GPS de la lancha.

A nadie comentó el hallazgo. Y sí, como quien no quiere la cosa, preguntó por ahí. Le hablaron de «El Abuelo», un salmonazo que más de uno había visto y muchos más decían haber visto. Incluso, alguien supuestamente tenía una foto del animal.

Lo estuvo siguiendo durante dos temporadas. Hasta que por fin pudo verlo bien. Pesaba por lo menos 35 kilos. Le pasó por al lado y se le escurrió dentro de una cueva. Al salir estuvieron cara a cara. «Pancho» vio que «El Abuelo» tenía dos anzuelos clavados en la boca. Lentamente armó el tiro, pero esa vez tampoco pudo apretar el gatillo: la cara del pez le hizo acordar a su perra «Queenie», que antes de morir lo había mirado con esos ojitos cargados de dolor.

Ese día, «Pancho» pasó más de un hora dándole de comer a «El Abuelo». Dice que se hicieron amigos, que entre ambos había una conexión, un diálogo.

Cuando llegó la primavera «El Abuelo» ya no estaba. No volvieron a verse.

 

Publicado por Patricio Castillo Meisen está con Pancho Sanabra.

Administrador · 12 de marzo de 2015

 

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Un comentario

  1. Que pena, QEPD. LocoVeloso. Me entero por este articulo.que se fue en el 2002, pase unas vacaciones en su casa en 1969.

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