POLÍTICA INTERNACIONAL

El Espejo de los Balcanes

La reciente publicación de La guerra en los Balcanes, libro que analiza las razones que llevaron al conflicto en la ex Yugoslavia, es una buena oportunidad para poner en perspectiva el crecimiento de los nacionalismos y su aprovechamiento político, más aún en el contexto de América Latina.

Hace poco he presentado un libro sobre la Guerra de los Balcanes, la tercera del siglo XX. En él analizo y describo el proceso ocurrido allí entre 1989 y 1999, en el marco de la crisis del bloque comunista y los cambios en la estructura del sistema internacional. En el ámbito interno, el contexto estaba marcado por una profunda crisis política y económica. En ese marco, se estudiaron las acciones políticas y militares de los líderes de los bandos que llevaron a los pueblos balcánicos a la guerra, estimulando la pasión nacionalista para lograr la cohesión detrás de objetivos políticos. Esta guerra constituye un fenómeno de enormes consecuencias políticas, por cuanto tuvo como resultado la disolución violenta de la República Socialista Federativa de Yugoslavia y la creación de siete nuevos Estados. La guerra y sus consecuencias en el plano humanitario llevaron a las potencias occidentales lideradas por los Estados Unidos a la intervención diplomática y militar, para restablecer la paz.

Las causas de la guerra fueron analizadas a partir de la teoría de Carl von Clausewitz, considerado en este trabajo un filósofo político, según la tesis de José Fernández Vega, cuya profundidad y amplitud mantiene plena vigencia. La motivación empleada por los líderes políticos para movilizar a sus seguidores, el nacionalismo, fue analizado a partir de la teoría del nacionalismo modernista de autores europeos de los cuáles se ha hablado en esta columna, cuya aplicación permitió comprender un poco mas por qué estos pueblos que convivieron durante décadas bajo el régimen político Titoísta fueron capaces de enfrentarse en el campo de combate, llegando a cometer crímenes de guerra.

Con estas bases, la teoría de la guerra clásica clausewitziana y las nuevas teorías sobre la guerra elaboradas por autores contemporáneos y un breve repaso de los argumentos de la teoría del nacionalismo que mencionamos, se analiza luego lo investigado en el campo empírico, presentados en capítulos dedicados a los conceptos que conforma la extraña trinidad de la que habla el prusiano: el pueblo, el gobierno y las fuerzas militares. Estos conceptos permiten estudiar a los protagonistas de la guerra. En primer lugar, a quienes tomaron las decisiones en el ámbito que domina la guerra, la política. Luego, los avatares del campo donde los bandos juegan su destino, el combate. Ambas circunstancias, las decisiones políticas y las operaciones militares tuvieron efectos dolorosos sobre el tercer elemento, el pueblo, que sufrió las consecuencias de aquellas decisiones.

El episodio que analizé pone en evidencia que en momentos de crisis y alta volatilidad política, la apelación al nacionalismo permite poner en marcha a las sociedades, pero también relativiza los límites al empleo de la violencia. La limpieza étnica, las violaciones masivas y el genocidio se convirtieron en prácticas aceptables luego de la inflamación del nacionalismo de las diferentes facciones, apuntando a lograr la homogeneidad étnica, cultural y religiosa en los territorios disputados.

La investigación intentó ampliar el análisis de la disciplina politológica, la importancia del buen funcionamiento del Estado para la sociedad civil, las consecuencias del colapso de las instituciones jurídicas y la desintegración de un Estado. Buscó, también, discernir el papel de las élites y la influencia del nacionalismo sobre la génesis de la violencia, temas que la tradición de la filosofía política ha puesto en centro de la discusión desde el principio.

Recordar la tragedia de los Balcanes en la década del 90 resulta útil para comprender un poco más la guerra. Como dije, éste es un fenómeno político donde intervienen el pueblo, las fuerzas armadas y los gobernantes. Lo ocurrido en esa región permite observar a estos protagonistas en acción, envueltos en un ambiente particular. El enfrentamiento militar se produjo en un contexto histórico donde intervinieron factores políticos, económicos, sociales, étnicos y religiosos, pero también es posible observar que las causas que llevaron a la guerra fueron eminentemente políticas.

El estado y la guerra

Lo ocurrido en los Balcanes es un fenómeno bélico de trágicas consecuencias y resultados trascendentes, por cuanto al final del proceso de desintegración de un Estado multinacional se crearon siete nuevos Estados. La crisis de la República Socialista Federativa de Yugoslavia (RSFY) y la guerra que estalló entre las repúblicas y provincias autónomas que la conformaban produjo entre 130.000 y 140.0000 muertos, más de un millón de refugiados y desplazados, la mayoría de los cuales no pudieron regresar a sus hogares.

En el desarrollo de las acciones se produjeron enfrentamientos armados de carácter generalizado, en algunos casos, operaciones militares planificadas y conducidas como regulares y, en otros, operaciones de guerrilla e irregulares. Asimismo, se ejecutaron acciones intencionales de aquello llamado “limpieza étnica”, tácticas criminales que violaron leyes y convenciones de la guerra, así como violaciones masivas y mutilaciones rituales.

La mayoría de las operaciones militares fueron conducidas por líderes políticos que gobernaban Estados preestablecidos o auto establecidos sin reconocimiento internacional, pero siempre en un esquema político de gobierno estatal. Algunas operaciones militares tuvieron alcance masivo, con características semejantes a batallas convencionales. Otras fueron de carácter local, con combates de baja intensidad y tácticas de la guerra asimétrica. Si bien se generalizaron actividades de criminalidad organizada, ésta no fue la característica de la guerra.

El número de bajas, de heridos y mutilados, así como la destrucción económica y de infraestructura son propias de una guerra mayor, pero lo que define lo ocurrido durante la década estudiada es el enfrentamiento armado de actores hostiles que peleaban por intereses políticos, mayormente materializados en el control territorial, conducidos por gobernantes que tenían a su mando ejércitos organizados.

“La guerra es la madre de todos nosotros”, afirmó Heráclito en el inicio de los tiempos. En los autores contractualistas, la guerra está presente siempre y tiene una fuerte influencia sobre la vida social. La formación o destrucción de un Estado constituye un fenómeno de gran atracción para la ciencia política. El origen del estado y el fenómeno de la guerra están entrelazados y en los últimos años parecen seguir igual. El tema que nos ocupa lo refleja.

Al respecto, Oscar Oszlak, autor argentino que ha dejado su impronta en la discusión sobre el Estado, escribe lo siguiente: “El ámbito de competencia y acción de Estado puede observarse entonces como una arena de negociación y conflicto, donde se dirimen cuestiones que integran la agenda de problemas socialmente vigentes. De esta forma el origen, expansión, diferenciación y especialización de las instituciones estatales resultarían de intentos por resolver la creciente cantidad de cuestiones que va planteando el contradictorio desarrollo de la sociedad”. En nuestro caso de estudio, esa arena de conflicto estatal se convirtió en territorio de guerra.

Existen diferentes conceptos sobre la relación del Estado con la guerra. Charles Tilly, presentó una reflexión sobre qué es la guerra y su relación con el Estado y el mercado. Al respecto, sostuvo Tilly: “El término Estado nacional lamentablemente, no por fuerza significa nación Estado, un Estado cuyos pobladores comparten una fuerte identidad lingüística, religiosa y simbólica”. Tilly retoma el concepto weberiano de Estado, en tanto se conforma como tal al monopolizar la coacción física dentro de su territorio. Así, este autor considera que la guerra es un fenómeno constitutivo del Estado y no una anomalía; por esa razón, sostiene que las diferentes guerras han derivado en distintos formatos de Estado, en un estudio que comprende desde el año 1000 hasta 1990.

Se puede observar que más allá de la correlación directa entre guerra y Estado, ésta es constitutiva del mismo. Es condición sine qua non para su permanencia como tal que sus pobladores compartan una identidad social, en otras palabras, que compartan el sentido colectivo de la nacionalidad. Esto se rompió entre los países de este caso de estudio y se separaron las distintas visiones de “nación”, generando divisiones políticas que derivaron finalmente en la creación de nuevos Estados.

Si bien las ciencias sociales han soslayado generalmente los temas de guerra y paz, consideramos, que el estudio de la guerra es relevante para la ciencia política. Según Hans Joas, lo han hecho en parte por un enfoque pacifista, por un concepto europeo de la ciencia del siglo XIX. Sin embargo, estos son parte de la realidad del mundo.

La guerra y la violencia pertenecen íntimamente a la modernidad, reflexiona este especialista de la sociología de la guerra, para quien la teoría del desarrollo mejoró la salud y aumentó el conocimiento, pero no consiguió reducir la violencia. A pesar de todos los avances, la paz no estuvo nunca garantizada; el sueño de la modernidad no se hizo realidad.

Sin embargo, en un momento de optimismo que siguió al fin de la Guerra Fría, la guerra de los Balcanes puso de manifiesto la incidencia de la guerra en la realidad contemporánea. La contienda constituye un caso interesante para investigar por cuanto se trata de una unidad política conformada al final de la Segunda Guerra Mundial sobre la base de una monarquía, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, creado al fin de la Primera Guerra Mundial.

El devenir histórico hizo que hacia el fin de la Guerra Fría se desestabilizara fatalmente, En esta cuestión interesa especialmente la indagación sobre el origen de este proceso social destructivo que culminó en un resultado político creativo. El fenómeno se produjo a través de una guerra costosa en vidas humanas y bienes materiales, cuyo inicio, desarrollo y desenlace se analizó en el libro.

La desaparición de la Unión Soviética, la crisis del socialismo real, el fin de la Guerra Fría, auguraban un período de paz bajo los valores de la democracia, como prescribía Fukuyama. Sin embargo, lo que ocurrió con la aparición de la guerra en los Balcanes fue el despertar del sueño de una nueva modernidad pacífica. El optimismo se dio por terminado, el deseo de eliminar la guerra, el mal fundamental que ocurría porque la modernidad era defectuosa, se frustró una vez más.

La utopía liberal de una modernidad sin violencia y la utopía socialista se desdibujaron y las fuerzas destructivas de la guerra regresaron; fuerzas que, paradójicamente, en el caso de la ex Yugoslavia, construyeran un nuevo orden político y social. El proceso de esta guerra permite observar el fenómeno bélico y sus implicancias sociales y políticas.

En una interpretación influenciada por la concepción weberiana, Ikenberry y Hall definen al Estado según tres elementos: primero, un conjunto de instituciones gestionadas por un ente común (entre las que se destaca la tarea de control de los medios de violencia y coerción); segundo, un territorio donde se enmarcan estas instituciones; y tercero, el monopolio de la normativa jurídica dentro de ese territorio.

En este sentido, la disgregación de la RSFY permite observar cómo las unidades políticas integrantes del Estado multinacional cuestionaron al ente común, erosionaron las instituciones hasta desafiar su monopolio jurídico en el territorio. El resultado fue la guerra civil y la disgregación de la república.

Lecciones a tener en cuenta

A partir de experiencias ajenas es posible extraer reflexiones sobre los efectos de la activación del nacionalismo en un ambiente de alta volatilidad. La historia no se repite y el contexto europeo es diferente al nuestro, pero compartimos una cultura, donde el nacionalismo no es ajeno.

En época de crisis en América latina, lo ocurrido allí puede servir de alerta. Asimismo, atravesamos una crisis económica global, por lo cual resulta útil pensar cómo influyó la crisis soviética sobre los Balcanes; máxime, cuando se trata de países con desarrollo inequitativo.

Los llamados populismoslatinoamericanos han demostrado amplia capacidad para alcanzar y mantener el poder. Sin embargo, en sociedades marcadas por la desigualdad, con núcleos de pobreza, con la educación en crisis, incentivar las contradicciones puede resultar ventajoso, pero también representa un peligro. En épocas de inestabilidad, la tentación de la activación nacionalista es alta, pero impulsar la polarización puede llevar a una crisis política grave. La guerra de los Balcanes nos muestra claramente los peligros de exacerbar los enfrentamientos, que en algún momento pueden escaparse de las manos. Lo que ocurre en Venezuela debiera ser un llamado de atención a políticos e intelectuales sobre estos riesgos.

En un medio que parece diseñado para desestabilizar a la democracia, un exfuncionario de Defensa del kirchnerismo llama “ratas” a dos funcionarios del actual gobierno. El artículo se encuadra en un supuesto programa universitario postdoctoral. Ya en alguna oportunidad, desde el ápice del poder, se llamó “burro” a un profesor universitario que publicó un artículo en un diario.

No es difícil comparar ese lenguaje agresivo y guarro con el Memorándum de la Academia de Ciencias de Serbia que legitimaba los pasos hacia la guerra. Como los laberínticos documentos de Carta Abierta, estas actitudes reflejan la hemofilia que padecen estas ideologías cuando se abren los diques de la violencia verbal.

Un amigo mío, psiquiatra y psicoanalista de gran cultura, ha expresado hace poco que la lectura de un libro publicado recientemente le ha dado todas las explicaciones sobre la realidad política que estaba esperando. Me sorprendió que un cerebro tan desarrollado se fascinara tanto con ideas que resultan casi infantiles.

Este es otro fenómeno de este tipo de ideología: tocan centros sensibles que obturan el razonamiento y llevan a los ciudadanos, aun los más educados, a la masificación propia de las hordas. La imagen de militantes enardecidos agrediendo a una joven periodista en un centro de cultura lo demuestra. La guerra de los Balcanes señala lo rápido que se pasa de la inflamación política a la acción violenta.

Manifiesta también que cuando se empiezan a oír esos cantos de sirena, el manual nacionalista recomienda a los líderes ejercer una seducción impropia de sociedades democráticas, donde la racionalidad, el diálogo y la comprensión mutua constituyen la base de la convivencia pacífica.

FUENTE: DEF Online

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