Semblanzas Institucionales

El Placer de rescatar a mi doble

En oportunidad de encontrarme al frente de la Patrulla de Rescate de Montaña del Escuadrón 42  “Calafate”, nos encontrábamos abocados a la búsqueda de una ciudadana inglesa que se había perdido en el “Cerro Solo”, cuando un día de mucha lluvia y entrada la noche, se presentó la Guardaparque del El Chaltén, informándome que en la tarde de ese día, una pareja de belgas, había denunciado el extravío de un tercero en las inmediaciones de la “Laguna Torre”.

Dadas las inclemencias del tiempo, acordamos salir a buscarlo a primera hora del día siguiente. Al otro día, a las siete de la mañana, dividí la Patrulla en dos grupos, teniendo en cuenta los senderos existentes y la posibilidad de encontrarlo unos u otros. El terreno era por demás escarpado y la roca estaba mojada, pasamos pegados a una pared de un precipicio, desde donde se veía el Río “Fitz Roy” como un hilo.

En esa época no teníamos ningún implemento de andinismo, había que pisar bien y sostenerse con uñas y dientes: Pasada esa zona difícil, llegamos a un abra, donde supuse y tenía la seguridad que podía estar la persona buscada, por lo que hice sonar mi silbato, contestándome la otra patrulla que también estaba llegando al lugar. Seguidamente,  escuchamos un grito y vimos aparecer detrás de unos arbustos de ñires bajos,  a un hombre pelirrojo, vestido con una camisa gris arena como la del uniforme número uno y un short de un pantalón vaquero; muerto de frío.

Todos corrieron a saludarlo, salvo yo que llevaba un bolso con alimentos y elementos de primeros auxilios que no me permitía hacerlo, siguiendo mi marcha al paso. El joven extraviado no paraba de insultar a sus compañeros que lo habían abandonado. Lo que había ocurrido era que los tres comieron algunos frutos del bosque y les cayeron mal, por lo que tenían una diarrea importante. En el momento de la marcha, el joven estaba haciendo una deposición y como se les venía la noche en medio de la lluvia, los otros se apuraron para no perder la senda y lo dejaron atrás. Retomando mi relato, el joven me estaba dando la espalda, enojadísimo y dada esta circunstancia, yo no entendía porque todos se reían delante de él, risa que aumentaba cuando más yo me acercaba.

Resulta que cuando estuve a un paso de él, le toqué el hombro, se dio vuelta y cuando nos miramos, ambos quedamos asombradísimos, ya que físicamente éramos idénticos. A pesar de la diferencia de edad, ya que era varios años más joven, nos abrazamos amigablemente. Ese abrazo me hizo sentir la satisfacción y la alegría que significa para un rescatistas el encontrar a una persona viva y gozando de buena salud. Eso es muy reconfortante y creo que quienes han pasado por esta experiencia, compartirán este pensamiento.

FUENTE: Colaboración del Cte Pr ® OSCAR HUGO ELDAHUK

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