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El recuerdo a un destacado Gendarme: «Mario no murió de un golpe o de una caída»

En el mes de mayo del año 1981, el ex Segundo Comandante de la Gendarmería Nacional Argentina y por entonces abogado perteneciente al Servicio Exterior de la Nación,  Alberto Mario Serrano, estaba en el Himalaya integrando la 5ta Expedición Argentina. En su intento por hacer cumbre, falleció cuando tenía 34 años de edad y una larga trayectoria como andinista. Las circunstancias de su muerte fue contada varios años después por uno de los integrantes de la expedición y si bien es conocida por sus seguidores, es bueno reiterarla para conocer un poco más de la vida de este destacado Gendarme, que entre otras cosas, llevó a la cumbre del Aconcagua a un reducido grupo de Cadetes.El testimonio de uno de los integrantes de la expedición

El Periodista Alfredo Rosasco compartió la expedición al Himalaya y los últimos instantes de vida del bahiense Mario Serrano. Esta nota fue publicada en el diario «La Nueva» el día 11 de Abril del 2016.

"Mario no murió de un golpe o de una caída"Alfredo Rosasco, en la arista del Cosmiques (Mont Blanc).

La falta de alimentos, la opresión por la escasez de oxígeno y la ferocidad del temporal, forzaron a la expedición encabezada por el bahiense Alberto Mario Serrano a suspender el ascenso a la cumbre del Dhaulagiri, el séptimo pico de más de ocho mil metros de los 14 que existen en el mundo.  Restaban 130 metros para alcanzar los 8.167 metros y el plan era resistir, sin hacer nada, hasta que mejorase el tiempo. Integraron el grupo Serrano (organizador), Alfredo Rosasco, Héctor Cuiñas, Marcelo Aguilar, Werner Lyon, Jorge Vitón, Luciano Pera, Ulises Vitale y un médico de apellido Fernández.

Con Serrano y Rosasco como los más experimentados, permanecieron cuatro días dentro de dos carpitas por sobre el nivel de los 8 mil metros. “La zona de la muerte”, la llaman. Porque a esa altura el desgaste llega a un punto tal que cada vez podés menos, aunque no hagas nada. Cuando el viento bajó la intensidad, el grupo inició el descenso hacia el campamento base 3 (6.100 metros) con el objetivo de recuperar energía, esperar que la montaña descargase la nieve acumulada por el temporal y retomar el ascenso en condiciones favorables, para coronar la cima el 25 de mayo de 1981.

Según el relato oficial, durante el descenso desde los 8 mil, en medio de escasa visibilidad por presencia de nubes, Serrano se retrasó de Rosasco. Mostraba signos inequívocos de agotamiento. Los demás iban adelante y aguardaban su llegada para el día siguiente.

El bahiense decidió reponerse en el campamento 5 (7.100m.). Pero exactamente a las 10.30 del 24 de mayo, los compañeros divisaron con largavistas que el bulto referencia de la ubicación del montañista -con mochila, bolsa de dormir y carpa- había comenzado a deslizarse hacia abajo, sobre la nieve. Y segundos después, observaron la separación de los cuatro bultos, que en forma abrupta cayeron a una grieta. La expedición argentina era testigo de la muerte del primer bahiense en intentar la conquista del Himalaya. En esta, su segunda oportunidad tras otro frustrado intento en 1971, tenía 34 años. También una esposa que le había pedido no hacerlo y un hijo en camino (Federico).

«…Un argentino valiente en permanente búsqueda de la cumbre…», lo definió el por entonces presidente Roberto Viola, en un mensaje dirigido a la familia del malogrado deportista, originaria de Tornquist.

En nuestra ciudad poco se conoce de él, a pesar de algunas referencias históricas como el monolito descuidado en la plaza Pellegrini (mira hacia la intersección de Tucumán y Moreno), una calle de dos cuadras, entre 9 de Julio y Terrada al 1.700 y “Las nieves eternas”, el libro que le dedicó Luis Pedro Ponte en 1991. Serrano era una personalidad. Reconocido y respetado por su don de gente en nuestra ciudad -abanderado en el Colegio Don Bosco – y en otros ámbitos como en el del montañismo, en Gendarmería (oficial, con 8 ocho condecoraciones recibidas durante su egreso), y en la diplomacia argentina, ámbito al que ingresó como abogado.

“Cada día era peor”

“Hay algo que no se sabe. Porque el único que fue testigo presencial fui yo: en qué circunstancias y por qué murió Mario. Honestamente no hice un pacto con nadie, pero prefiero no hablar de eso. Fue un momento bastante enojoso para los miembros de la expedición y en el cual Mario perdió la vida por una circunstancia personal, de él”, reveló Alfredo Rosasco, en exclusiva para “La Nueva”.

Se trata de un integrante de aquella expedición y referente del montañismo argentino, que rompió el silencio. Para recordar lo ocurrido en el Dhaulagiri y evocar la figura del bahiense. -La versión oficial dice que Mario se sintió cansado como para descender y resistió como pudo el temporal en el campamento 5, a 7.100 metros.

-Estaba cansado, sí. Yo también. Éramos los dos últimos que descendíamos desde los 8 mil. Habíamos estado cuatro días a esa altura. El había tenido una responsabilidad muy grande que le impidió entrenar como correspondía durante la preparación. Había asumido la jefatura. Entonces, cuando todos estábamos entrenando, él trabajaba por y para la expedición.

-¿Cómo se organizó la expedición del 81? ¿Se conocían sus integrantes?

-Sí, casi todos. Serrano estaba en Buenos Aires, se había casado… Fue un titán para organizar la expedición. Hasta consiguió la guita… Nosotros no hacíamos nada. Menos yo, que en esos años vivía en Neuquén. Fue el gran organizador y eso le costó caro. Porque perdió el tiempo de entrenar. Para colmo, antes del ascenso se rompió una pierna. Se había ido a Perú a concretar algunos cerros importantes. Pero claro, Perú tiene una cota de 6.500… Y nosotros íbamos a ir a 8 mil. Su crisis física, de su organismo, la sufrió en esa cota, 8 mil, en la que estuvimos cuatro días juntos. No es que estaba cansado, estábamos a ocho mil sin oxígeno. Y cada día era peor que el anterior. No podíamos subir ni bajar.

-¿Qué pasó?

-Estaban Sundare (el sherpa) y (Héctor) Cuiñas en una carpita sobre la pared sur, bien alto, en el filo. Y en la otra carpita, que las teníamos atadas una a otra porque era un lugar muy perpendicular, estábamos Mario y yo. Los cuatro. Cuando decidimos bajar, lo hicieron primero Sundare y Héctor y después, una hora luego aproximadamente, bajamos Mario y yo. Y fue ahí donde empecé a notar los grandes problemas físicos de Mario. Y aclaro que yo los podría notar dentro de lo que me funcionaba el intelecto, porque a esa altura pensás más lento. Notaba detalles: se le salía un grampón, se los ponía al revés, el de la pierna derecha en la izquierda… Empezó a quedar con la boca lengua de trapo (sic), como la llamamos nosotros. Estaba en el punto de no retorno. Después, hubo un acontecimiento que es lo que prefiero que quede en el olvido. No en el olvido, mejor dicho que quede entre los que estuvimos ahí. Decidimos hacer un pacto, porque él tiene una mujer y en ese momento un bebé al que no conoció. Su mamá y su papá creo que murieron.

-A propósito, ¿sabe algo de su esposa o hijo? ¿Nunca habló con ellos?

-No tuve más contacto. Quedaron bastante dolidos con nosotros. Con todos, bah. Ni sé si saben esta historia. Quedaron dolidos porque no bajamos los restos. No se podía bajar a Mario. Al día siguiente de morir su cuerpo cayó a una grieta atroz, después de 700 metros de caída, en un glaciar imposible de ir a sondear. Y ahí estará ahora… Que mejor mausoleo que ese ¿No?

“Muchos van a morir”

-¿Cómo había transcurrido el ascenso al Dhaulagiri?

-Bien. Pensá que estábamos a 130 metros de la cumbre. ¡130 metros! Ahí justo tuvimos una tormenta de cuatro días que nos debilitó y nos tiró abajo, pero sobre todo nos quedamos sin comida. Entonces dijimos de bajar hacia el campamento de base avanzado, que quedaba a 6.500, a reponernos y esperar que pasara el mal tiempo porque corríamos riesgo. Y reformular la estrategia: en vez de subir cuatro, como estaba previsto, subir dos y hacerlo en (modalidad) alpina, más rápido, y ganarnos la cumbre. Pero a los pocos metros de empezar a bajar, Mario murió. Era un lugar complicado. Pero él no murió de un golpe o de una caída. No. Se apagó como una vela, se quedó sin combustible. Se acabó. Llega un momento en que no se trata de descansar.

-¿En esos cuatro días dentro de la carpa, percibió que algo andaba mal con Mario?

-Sí, yo veía que tomaba muy poco líquido. Y hay que tomar 7 litros por día. Pero él se negaba y no quería. Y en la altura la vida se te va por la respiración. Perdés 5 o 6 litros de líquido por día.

-¿Qué pasó con el médico de la misión?

-Permaneció abajo. Era el doctor González, médico de urgencias del Hospital Fernández.

-Existen dos filosofías respecto del código de montaña, por llamarlo de algún modo. Una, los cuerpos de los fallecidos no pueden bajarse. La otra es que si todos suben, todos bajan. ¿A cuál de las dos adhería el grupo?

-Es así: todos suben y todos bajan. La causa de suspender la expedición tras la muerte de Mario, fue por una votación. Yo te puedo decir lo que decidí yo, que fue seguir adelante con el ascenso. Había muerto Mario, pero se acabó ahí. Así es el montañismo. Muchos murieron y muchos van a morir. Y como dije, qué mejor homenaje que los que quedamos, seguir intentando la cumbre. Al Himalaya no se va a cada rato. Al margen de ello, Mario no quedó solo arriba. Mario murió. Y bajar a un muerto no se justifica. Si la persona queda viva, lo ayudás. Pero en la altura es difícil descender con un cuerpo. Además, si hay tormenta no hay contacto visual ni de sonido con tu compañero. Imaginate que estás bajando de la tormenta y de pronto salís de ella y esperás a tu compañero. Lo esperás, lo esperás y no aparece y bueno, seguís bajando para no morir vos también. No se vuelve sobre los pasos porque no lo encontrás. Como en la película “Tocar el vacío”, la historia de un tipo que le corta la cuerda a su compañero. Es una historia real y conozco a los dos (NdR: Joel Simpson y Simon Yate, dos amigos británicos que en 1985 intentaron el Siula Grande en Perú). Son códigos que existen y uno los tiene que analizar y determinar en cada momento.

FUENTE: Diario «La Nueva». Nota del periodista Ricardo Sbrana  (rsbrana@lanueva.com)

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2 comentarios

  1. Es correcto el comentario de Alfredo, así fue como murio Mario Serrano un día 23/24 de mayo de 1981 hace 37 años. Tuve la suerte de integrar ese grupo de Argentinos y quedaron en mi recuerdos imborrables de ese evento, pues en esa época era Gendarme en actividad y Mario logro la autorizacion de las autoridades de GN para que lo acompañara como responsable de las comunicaciones. Gracias por tan triste y a su vez lindo recuerdo de un gran hombre.

  2. Yo tenía 13 años cuando lo conocí, en Esquel. Allí estaba destinado. Era 1973. Lo recuerdo con su sueño e ideal de llegar a la cima! Un sueño irrenunciable. Todo mi respeto y cariño a su memoria

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