Entrevista a Rick Eaton, el cazador de nazis que fue clave para encontrar a Erich Priebke en la Patagonia
De paso por la Argentina, el experto del centro Simon Wiesenthal dio su visión sobre el peligro de los discursos de odio, las redes sociales y los perfiles nazis en el país.
Rick Eaton, investigador del Centro Simon Wiesenthal. (Foto: Andrés D’Elia)
Unas líneas para entender la relevancia de un personaje como Eaton. Primero, hace 33 años persigue todo tipo de actividad antisemita, islamofóbica, homofóbica; en fin, todo lo relacionado al odio contra grupos sociales específicos.
Rick Eaton, investigador del Centro Simon Wiesenthal. (Foto: Andrés D’Elia)
Segundo, su “operativo” más célebre es una historia que no tiene desperdicio: se hizo pasar por un millonario antisemita para interactuar con las altas esferas nazis en la Alemania de los 90. Así terminó en un viaje a Bariloche en el que pudo dar con el criminal de guerra Reinhard Kopps, refugiado en Argentina con un nombre falso. Y ese encuentro, a su vez, derivó en que un periodista de la cadena estadounidense ABC, interesado por el personaje que había hallado Eaton, obtuviera un crucial dato. En palabras de Eaton, “quién era realmente el pez gordo de la historia. Estaba en Bariloche y se llamaba Erich Priebke”.
El criminal nazi Erich Priebke durante una audiencia del juicio en el que fue condenado a cadena perpetua por la masacre de las Fosas Ardeatinas. (Foto: Víctor Sokolowicz)
¿Qué tipo de trabajo hace un «perseguidor»?: “Hace un tiempo, en un programa de televisión estadounidense dijeron “we are gonna have a ‘kick a ginger day»” («vamos a dedicar un día para golpear alguna persona pelirroja»). En las redes sociales se impuso el tema y pusieron una fecha: 20 de noviembre. Por esa frase hubo diez o veinte chicos golpeados a lo largo del país. Buscamos este tipo de cosas, desde lo más mundano hasta lo más grande”.
Para Eaton, “el uso de cualquier símbolo nazi en el discurso político está mal. Tuvimos en Estados Unidos acciones similares contra los presidentes Bush y Obama. Esto no tiene lugar en el discurso político”. -Es incómodo hablar de esto, pero en sociedades donde la libertad de expresión es un valor respetado, cabe preguntarse si quienes enuncian mensajes violentos no tienen, también, derecho a expresarlos. ¿Cuáles son los límites del odio “aceptable”?
Las redes sociales (más bien, sus endebles filtros) están en la mira del centro Wiesenthal: “Tratamos de ver adónde van. Recientemente interactuamos con Facebook, Twitter y Google. En el último tiempo tuvieron que ponerse más serios con sus políticas. Twitter por ejemplo, hace tres años, era el peor. Los grupos de odio como ISIS mandaban literalmente cien mil mensajes por día en Twitter. Ahora se pusieron más serios, en especial desde los eventos en Charlottesville (en los que en 2017 una mujer murió y casi 20 resultaron heridas, en una manifestación de supremacistas blancos) y la masacre reciente de Christchurch (Nueva Zelanda)”.
En la medida en que las políticas de estas plataformas sean más restrictivas, “empujan extremistas a otros sitios sin tantas reglas. Mientras tanto, averiguamos adónde van y los seguimos en su actividad”.
-Los buscan, los encuentran, ¿y después qué?
-Monitoreamos qué dicen. Por ejemplo, si van a hacer una protesta por un tema inmigrantes, les avisemos a las fuerzas de seguridad para que estén advertidas. A los grupos del odio les gusta mostrarse, ir a lugares donde sean visibles y protestar. Necesitan atención para reclutar miembros.
Rick Eaton, investigador del Centro Simon Wiesenthal. (Foto: Andrés D’Elia)
La acción se cocina en las palabras y los foros son rincones ideales. “Por ejemplo Stormfront, la primera página de supremacistas blancos, creada en marzo de 1995, está online todavía. Se tornó un foro internacional gigantesco. Pueden verlo, es muy seguro: no tiene cookies ni tratan de averiguar quién sos”, propuso Eaton, y siguió: “Actualmente tiene 12 millones de posteos y cientos de miles de amenazas».
Ahora bien, «digamos que alguien que recién llegó al país va a la sección ‘Argentina’ de Stormfront y comenta: ‘Recién me mudé a Buenos Aires y me gustaría encontrarme con alguien a tomar una cerveza’. Alguien le contesta, se encuentran y quedan conectados. Esto lo vemos todo el tiempo en el foro. En el medio, se postea propaganda discriminatoria y se cuestionan los crímenes del odio”.
No ayuda, siguió Eaton, la proliferación de gobiernos nacionalistas en Europa y la penosa retórica de líderes como Donald Trump y Jair Bolsonaro: “Los grupos de odio no se pueden cuantificar. Es muy dinámico el número. Pero hay una escala: en un extremo están los hate groups de los que no vale la pena preocuparse. En el otro, los que no vas a poder erradicar. Y en el medio están las personas a las que tenés que tener llegada desde el liderazgo político. La bajada viene de arriba”.
FUENTE: Diario «Clarín»