Rocinante, el Caballo de un Gendarme
Después de haber llegado de pase al Escuadrón 39 “Perito Moreno”, sólo para hacer una escala técnica y algunas guardias todos los Gendarmes “nuevos” fuimos destinados a las Subunidades dependientes.
El Gendarme Valentín Rodriguez y yo fuimos destinados a la Sección “Ingeniero Pallavicini”. Nos dijeron que buscásemos medios para ir de pase lo antes posible. Los más antiguos nos aconsejaron que recorramos la ciudad y nos dieron las características de los vehículos de los estancieros de la zona.
El mismo día encontramos un camioncito del señor Canto, que tenía su estancia a unos 5 Km de la Sección. Le dijimos quienes éramos y enseguida se ofreció a pasar por el Escuadrón a buscarnos y nos llevó hasta la Sección.
Para ese entonces se habían comprado unos caballos nuevos en las estancias de la zona para que presten servicio en la Sección. Dos de ellos estaban cerca de allí, pero había un tercero que había que ir a buscarlo al Grupo “El Portezuelo”, distante unos 45 Km de la Sección. Para esto había llegado el 19 de marzo de 1971 y el Jefe de Sección Subalf D Roberto Apolinario Sánchez me dijo que como era el más moderno de la Subunidad, si quería tener para mi caballo tendría que ir a buscarlo hasta el Grupo “El Portezuelo”. Le dije que sí y cuando me podía ir. Me aconsejó que esperara hasta que pase algún vehículo de los que hacían el tramo Pallavicini al Portezuelo por el paso que salían para ir a Balmaceda (Chile), lugar donde era una ciudad medianamente grande que tenía un aeropuerto donde hacían escala los aviones que iban de Santiago a Punta Arenas.
Al día siguiente bastante temprano llegó un camioncito que iba a hacer ese tramo. Le dije al Jefe de Sección: me voy con este vehículo a buscar mi caballo. Le pedí al chofer si me podía llevar y dijo que sí, así que cargué mi montura, el freno, un bozal y un cabestro. Además alcé mi mochila en la cual llevaba un abrigo, una linterna, un cuchillo, un encendedor, dos latas de picadillo y dos paquetes de galletitas (esta mochila estaba siempre preparada por si había que salir urgente por algún imprevisto).
Cerca del mediodía llegamos hasta el Grupo, donde me esperaban los camaradas con el caballo atado a un palenque.
El Jefe del Grupo, el Sarg Cáceres me invitó a que quedara a almorzar y luego me fuera a la Sección.
Acepté la invitación y luego salí camino a Pallavicini, no sin antes pedirle al radioperador que le avisara a la Sección que iba a ir despacio. No pensaba galopar en ningún momento, así que salí al paso silbando bajito. De sólo mirar el paisaje que estaba frente a mí era para pasarse todo el día admirando las montañas, valles y algunos ríos corriendo muy por debajo del camino de cornisa que estaba recorriendo. Mi caballo, tranquilo como queriendo amigarse a su nuevo dueño. Tenía un andar muy suave que daba gusto montarlo.
Fueron varias horas sólo mi caballo y yo en la inmensidad de esas montañas que me ponía a pensar para mis adentros “qué hago yo en estos lugares tan distantes de mi Formosa natal”, si me pierdo cómo hago para practicar supervivencia en una zona desconocida. En el servicio militar me especialicé como soldado de monte. Sabía cómo conseguir agua, cómo evitar la deshidratación, cómo evitar las alimañas y cómo conseguir comida pero acá se me quemaron los papeles. Por suerte durante el viaje de ida, fui memorizando los accidentes del terreno para poder volver, mediante lo cual no tuve problemas para ubicarme.
Después de cabalgar unas horas comencé a bajar la pendiente hasta que llegué al río Fénix, que nace a los pies del cerro Ap-Iwan. Desde allí hasta la Sección ya era camino conocido así que me tranquilicé y seguí admirando el paisaje que me regalaba esta aventura patagónica. Cuando faltaban unos siete km para llegar a la Sección vi que mi caballo levantaba la cabeza y tiraba las orejas hacia delante como avisándome que algo se acercaba. Enseguida aparecieron detrás de una loma dos perros que conocí eran de la Sección y enseguida dos jinetes que resultaron ser el Cabo 1ro Eduar Rivera y Cbo 1ro Aurelio Maciel que venían a mi encuentro por si me había perdido.
Como Gendarme nuevo que era me puse contento por ese gesto de camaradería y les agradecí a los dos el haberme salido a buscar. Les dije que estaba bien y seguimos los tres hasta la Sección.
Cuando llegamos, estaba el Jefe de Sección esperándonos para una reunión. El tema era ponerles nombres a los nuevos caballos. Primero eligió el Jefe de Sección. Un caballo grande, negro y bastante brioso al que llamó “Chamamé”. Luego le tocó el turno al Enc de Sección, Sarg 1ro Enrique González y lo llamó “Eldorado”.
Por último me tocó a mí y les dije que mi caballo se llamaría “Rocinante”. Todos se miraron y me preguntaron qué significaba ese nombre. Les contesté: ¿no leyeron el libro “Don Quijote de la Mancha”?. Es el nombre del caballo de Don Quijote. Me miraron incrédulos pero aceptaron el nombre.
Bueno, dijo el Jefe de Sección, mañana cada uno que tiene caballo nuevo va a hacer un cartel con su nombre y lo va a colocar en el box. A partir de hoy son responsables del cuidado y buen mantenimiento del animal.
Así nos fuimos a dormir con la satisfacción del deber cumplido.
FUENTE: Nota escrita por el lector José Princich