El Fútbol Argentino en las Misiones de Paz
Para quienes trabajamos con Cascos Azules en las distintas Misiones de las Naciones Unidas, el fútbol fue siempre una gran herramienta de distracción y comunicación con la población local. En el caso específico de los habitantes de Timor Oriental, tenían una gran afinidad y simpatía hacia los argentinos, con una relación cimentada por nuestra forma de actuar y de relacionarnos con ellos y en especial, por el fútbol. Como mencioné anteriormente, el equipo de la Policía Internacional de las Naciones Unidas jugaba con la camiseta de la Selección Argentina, representando un gran atractivo y un especial condimento ya que los brasileros no querían usarla.
Era muy común la reacción de los habitantes locales, en especial los jóvenes y los niños, quienes al ver la Bandera Nacional en nuestros uniformes, comenzaran a realizar preguntas acerca de nuestros ídolos populares como Maradona, Batistuta, Saviola, Crespo y otros. Debo aclarar que en el año 2000, Lionel Messi aún no era conocido en el mundo como lo es hoy.
De las tantas anécdotas relacionadas con el fútbol, creo que ésta que voy a narrar fue la más fuerte emocionalmente. Ocurrió en oportunidad que yo regresaba de la ciudad de Dili (Capital de Timor Oriental) hacia mi lugar de trabajo en la Región de Baucau, donde me desempeñaba como Coordinador para la Formación de la Policía Local. Había concurrido a una reunión relacionada a la formación de la policía y a pocos kilómetros de arribar, fui detenido por una patrulla de la Unidad de Despliegue Rápido de Jordania, quienes estaban realizando actividades de rutina en los poblados de la zona.
Cuando descendí del auto, el oficial que estaba a cargo me dijo que un grupo de personas parecían estar discutiendo en forma violenta en una villa distante a unos 200 metros de la ruta. El oficial al mando era un capitán que hablaba portugués, idioma que había aprendido en Angola donde trabajó como Casco Azul unos años antes. Ambos no teníamos intérpretes con nosotros y para determinar el motivo de la reunión, no teníamos otra forma de verificar que ir hasta el lugar y hablar con la gente local en su idioma. Tal como relaté anteriormente, yo había logrado un buen nivel de comunicación con ellos a través del «Tetum», un dialecto exclusivo de los timoreses. Al acercarnos y escuchar las palabras de las personas reunidas, pude comprender que estaban rezando el Rosario, ceremonia propia de la religión católica.
Obviamente, llamaban la atención por sus enfáticos gestos y cantos. Permanecimos cerca de ellos sin interrumpirlos y cuando finalizaron, nos acercamos saludándolos respetuosamente. La ceremonia por la que estaban reunidos era similar a la que en el interior de nuestro país se conoce como “Velorio de la Cruz” y aún suele practicarse en las zonas del Norte y de la Mesopotamia argentina. Básicamente, consiste en la Celebración del Rosario en memoria de un muerto reciente y en ese lugar habían sido asesinados seis miembros de la resistencia timorés en combate contra las tropas indonesias.
Sus cruces estaban en un pequeño descampado y cada una de ellas tenía una prenda de su dueño muerto, como collares, rosarios, fotos, etc. Grande fue mi sorpresa al ver, apenas iluminada por las velas encendidas que rodeaban las cruces, que una de ellas tenía una camiseta de la Selección Argentina, con el número 9 y el nombre de Batistuta bordado en la espalda. Por un instante pensé que algún argentino estuvo en esa guerra, pero los familiares entre ellos su madre, me dijeron que el joven asesinado era un gran admirador del fútbol argentino y especialmente del “Bati”.
El joven timorés tenía el sueño de visitar la Argentina, pero la guerra de la independencia de Timor Oriental le quitó esa oportunidad a los dieciocho años. No pude documentar esa situación con una foto, pero esa imagen permanecerá en mi mente por siempre.
FUENTE: Libro «Memorias de un Casco Azul» (Editorial Dunken)