Semblanzas Institucionales
El «Pelado» Ayala
Sección Resistencia, año 1974, recién llegado del Escuadrón 21 «La Quiaca». Mi primer jefe fue el Cte Córdoba, pero solo poco tiempo, luego el Cte Pr Coniverti. Las tareas de la Sección recién creada con parte del Escuadrón 14 «Las Palmas», pero como Sección independiente, estaban dadas por la seguridad a bienes del estado, el Juzgado Federal, los Ferrocarriles, el incipiente Puente Chaco Corrientes, el Banco Nación, etc.
Entre las actuaciones del Ferrocarrill (FFCC) y las de infracciones de enrolamiento, más las que enviaba el Juzgado Federal no teníamos mucho tiempo, pese a contar con tres oficiales instructores de sumario y un suboficial autorizado como Instructor.
Las cosas estaban más o menos así: Operaciones con el entonces 2do Cte Sartori y el Suboficial Mayor Ayala como Instructor y Secretario, Ayala también actuaba como Instructor, la Oficina del Alférez Sanabria con el Sargento Ayudante Quiróz de Secretario y la mía, con el Sargento Ayudante Benítez de Secretario. Me competía, además. la Logística en los ratos libres.
Como Logístico, charlando con el Juzgado Federal había conseguido unas cuantas máquinas de escribir IBM de tipografía portátil eléctricas (las que tenían una pelotita con las letras). O sea, teníamos lo mejor de lo mejor en esas épocas. Lógico, las mejores máquinas fueron a los mejores dactilógrafos, en este caso el Suboficial Mayor Ayala y el Sargento Ayudante Benítez. Tanto Ayala como Benítez tenían la virtud de no mirar el teclado y escribir a la velocidad que se tomaba la declaración.
Ayala, además era el Encargado de Sección, apodado «El Pelado», Era un hombre grande y como encargado de Operaciones recibía y distribuía los sumarios. Mi primer problema con Ayala fue que noté que por cada sumario que quedaba en Operaciones, a mi oficina venian cinco. Fui, lo encaré y le pedí explicaciones. Lógico, pese a la diferencia de grados lo respetaba por su grado y por su edad, así que me contestó que Benítez, mi Secretario de Sumarios, era sumamente rápido para hacerlos. Le expresé que igual implicaban horas de trabajo y quedamos en que no volvería a ocurrir.
Segundo problema con Ayala: dada la carencia de uniformes de fagina, vestíamos de pantalón gris arena, camisa y zapatos, pero Ayala apenas llegaba a la Sección, se sacaba los zapatos y se colocaba alpargatas. Esperé una Guardia y lo llamé al orden, diciéndole que en mis Guardias vista correctamente y que si los demás no le decían nada, a mi no me importaba o me traiga un certificado medico expresando que no podía calzar zapatos. Santo remedio, aparecieron los zapatos.
Tercer problema: normalmente en mi oficina el mate lo cebaba el Sargento Ayudante Benítez, pero cuando yo dictaba un sumario y Benítez escribía, lo cebaba yo. Ayala se había tomado la costumbre por la tarde cuando estábamos trabajando, de aparecer por mi oficina y mas de una vez, como es lógico, le convidé las mates que yo cebaba, pero… un día, desocupándose Benítez de lo que estaba haciendo, tomó el mate para continuar cebando él. Ayala, adelante mío, le dijo: – Deje Benítez, que cebe el 1er Alférez, le salen bien. Benítez no hizo caso y se puso a cebar, ente eso Ayala se retiró de la oficina diciendo – Yo vengo a que me cebe mate un 1er Alférez.
Como dije, lo respetaba mucho, pero si Ayala tenía ganas de conocerme no existía ningún problema. Lo llamé y una vez dentro de la oficina, pedí a Benítez que nos deje solos. Allí Ayala me conoció realmente, terminé el tema con un “Retírese de aquí” y para mi sorpresa, Ayala se puso a reír y me contestó – “Había salido bueno nomás la criatura, valió la pena” .
Un poco incrédulo de lo que escuchaba, le dije – “Que dijo?” y para mi sorpresa, se dirigió a mi con un sobrenombre que me daban mis padres. Riéndose, sacó del bolsillo una vieja foto donde estaba mi padre de uniforme de Suboficial del Eejército Aargentino y Ayala a caballo, con uniforme de soldado y yo en sus brazos, con un año de edad más o menos.
Riéndose, me dijo – Eesto es en Mercedes, Corrientes, donde hice el Servicio Militar. Su padre volvía del cuartel siempre a caballo y yo, el Soldado Ayala, lo acompañaba para volver con el caballo. Si cuando llegábamos usted estaba llorando o algo así, su padre me lo ponía en la montura y yo le daba algunas vueltas hasta que se dormía. Su madre me preparó en las materias para ingresar a Gendarmería.
Yo, realmente, estaba sorprendido. Le pedí me explique porque entonces trato varias veces de provocarme y riéndose, me dijo: – Quería saber si salió bueno y valía la pena las veces que me orinó el uniforme -, agregó.
A partir de ese momento y luego de hablar con mi padre sobre el tema, era Ayala quien cebaba el mate. Realmente un señor Suboficial y una persona de bien, que pasó a ser para mi “El Pelado» Ayala.
Entre otros temas, agrego que en Resistencia, el peor turno de sumarios era el día sábado, que llegaba a Puerto Vilelas por la noche el tren de la Plúmbica, o sea el tren que venía de Salta cargado de mineral de plomo. Ese tren con muchos vagones, para detenerse necesitaba varios kilómetros por el peso y en el tramo que entraba a Resistencia pasaba por el barrio Toba. Allí los criollos que estuvieron esa noche de farra, solían quedarse dormidos en las vías, así que el aviso del FFCC normalmente decía – «Que entre el km tanto, el maquinista notó un bulto en las vías, que pese a arrojar arena no pudo frenar». Eso significaba como le decíamos nosotros, un “desparramado” en varios km.
Al ser Resistencia estación terminal del ramal, todo vidrio roto o efecto robado, siempre según los ferroviarios, ocurría al entrar a Resistencia. Lo mismo de los pasajeros que aparecían muertos (y se notaba que ya hacia algunas horas) fallecían al entrar a la zona de estación. Lógico, no querían perder tiempo parando el tren en algún lado para hacer la denuncia.
Ayala perdió su permiso del Juzgado Federal de ser Instructor por un caso ocurrido en la vagones parados del FFCC en la estación. Resulta que los Ferroviarios encontraron a un hombre de unos 45 anos, abusando de dos nenas de ocho y once años. Ya los ferroviarios le habían dado algunas caricias, así que Ayala lo recibió con un informe médico donde constaban las lesiones. El detenido, indudablemente, tenia bastante plata y vinculaciones, ya que de inmediato aparecieron dos abogados para defenderlo. Ayala tenia que tomarle indagatoria en presencia de los abogados, así lo hizo y en ella el detenido negó todo, acusando a los ferroviarios de querer perjudicarlo (en esa época no existían cámaras para menores).
Ayala tomaba, según cuentan, declaración sin mirar la maquina y escribiendo a la velocidad de hablaba el detenido. Al finalizar, terminó y dio lectura, pidiendo incluso que los abogados inicialen donde firmaba el detenido. Así lo hicieron, seguros que con lo declarado su cliente quedaría en libertad. Grande fue su sorpresa cuando Ayala ordenó a la Guardia que lo esposen y retiren al calabozo.
Recién en ese momento se dieron cuenta que pese a lo declarado y leído, Ayala había escrito una declaración donde su defendido se reconocía culpable. Velocidad y astucia de un viejo sumariante.
Ya en el Juzgado Federal, el causante fue condenado por abuso de menores.
Si bien no existió pese a las protestas y denuncias de los dos abogados, ningún reproche para Ayala, el Juez Federal por teléfono avisó al Jefe de Sección que Ayala no podría seguir como Instructor de Sumarios.
FUENTE: Nota del Lector Emilio Caranday