SEGURIDAD PÚBLICA

El síndrome de Thor

Una efectivo de la Policía Militar planta una placa honorífica en un memorial por los caídos en servicio. Foto: Getty Images.

La inaceptable cantidad de policías muertos en las calles de Río de Janeiro abre el debate sobre la conveniencia o no de que los efectivos de las fuerzas de seguridad porten armas aunque se encuentren fuera de servicio.

Por Ubiratan Angelo. Coordinador de Seguridad de la ONG Viva Río. Ex comandante general de la Policía Militar del Estado de Río de Janeiro


Partiendo de los datos de la Policía Militar del Estado de Río de Janeiro (PMERJ) sobre el elevado número de policías muertos en el estado y, en particular, sobre la creciente cifra de víctimas letales entre efectivos que se encuentran fuera de servicio al momento de ser asesinados, formulo las siguientes preguntas. ¿Cuál es la finalidad de que el policía ande armado en su día de descanso? ¿Ha sido ventajoso? ¿Para quién?

En los años 70, durante mi preparación policial en la Escuela de Formación de Oficiales de la PMERJ, me capacitaron de acuerdo con la creencia de que el Policía Militar cumple su servicio las 24 horas del día y que no abandona su rol en ninguna situación. Si bien es cierto que se es policía a tiempo completo, no es cierto que se esté siempre de servicio, porque también se necesita un tiempo para la familia, para el descanso y para uno mismo.

Esta cultura, que interfiere directamente en el clima profesional, nace en el ambiente de la sociedad, pues el joven candidato a la carrera policial anhela el momento en que estará armado. Así, el arma pasa a componer la anatomía del policía y, con ella en su poder, se estimula el ethos guerrero, lo que genera un comportamiento que denomino “síndrome de Thor”. El policía, especialmente cuando está fuera de las actividades de servicio formal, aislado, sin sus compañeros, sin chaleco antibalas, sin tácticas, sin una adecuada comunicación y sin ningún tipo de planificación de contingencia, se ve a sí mismo inmortal. Cree que su arma, un instrumento de ataque, será suficiente para defenderlo a él y a la sociedad de todos los peligros, como una especie de Mjolnir, el martillo de Thor. En su sueño de convertirse en el héroe del pueblo (aunque el pueblo lo desprecie), está convencido de que sus habilidades individuales (sus “poderes”) serán más útiles que la técnica, la táctica y los equipos protectores. Thor desprecia el chaleco antibalas, pues su defensa es el ataque con el martillo y los rayos. Contrariando todos los datos estadísticos, el efectivo de la Policía Militar está dispuesto a actuar en cualquier momento, aunque eso signifique exponerse, lo que es peor, dejar a su familia expuesta al peligro. Entiende que él es más útil para la sociedad que para su familia, hecho por el cual sus hijos y viudas, ante su pérdida, terminan necesitando la ayuda de la Dirección de Inactivos y Pensionistas (DIP) y de la Dirección de Asistencia Social (DAS).

Es muy importante destacar que, en la actualidad, un miembro de la Policía Militar ya no es identificado por el corte de pelo, por el bigote, por la ausencia de tatuajes o por el vocabulario que usa. En realidad, se lo reconoce por su forma de reaccionar, incluso en situación de inferioridad, y/o por el arma de fuego que se le encuentra luego de haber sido víctima fatal de un asalto. No me refiero a las ejecuciones premeditadas y planificadas, que tienen otras motivaciones y dinámicas. No estar armado no significa una garantía 100 % de que el policía no vaya a ser reconocido, ya que –aunque no sea lo habitual– puede suceder que sea identificado. De lo que no caben dudas es de que el hecho de estar armado hará que se lo reconozca como policía, y eso es corroborado por las estadísticas e historias reales de efectivos asesinados fuera de servicio. Más aún, de 134 policías fallecidos en situaciones violentas, 30 estaban activos pero se encontraban fuera de servicio, y 27 eran oficiales inactivos, ya retirados y jubilados. O sea, prácticamente la misma cantidad y con un elemento común: el arma (“el martillo de Thor”). ¿Qué hacían los policías inactivos con el arma? Algunos de ellos trabajaban en empresas de seguridad privada, una manera de completar sus magras jubilaciones. Otros, solo transitaban por la zona, siempre con su arma a cuestas. Este panorama, sumado a la creciente cantidad de delincuentes que cuentan con un armamento cada vez más evolucionado, constituye el escenario actual de Río de Janeiro.

¿Qué arma debería portar el policía que se encuentra fuera de servicio para enfrentar asaltos en los que los delincuentes utilizan fusiles? ¿Qué debería tener a mano un efectivo que es víctima de un delito cometido por los innumerables delincuentes, que odian al personal policial y se vanaglorian al conseguir identificarlo en el anonimato y ejecutarlo en el acto?

Mientras pensamos las respuestas, me permito una llamada de atención adicional a las circunstancias ya mencionadas respecto del síndrome de Thor.

El policía activo tiene actualmente, y debe seguir teniendo, el derecho de portación legal de su arma de fuego reglamentaria mientras no se encuentre prestando servicio. La decisión de llevar o no consigo el arma en esos momentos debe ser suya. Sin embargo, la pregunta es si el hecho de estar armado constituye o no un acto de coraje.

El Thor de la mitología nórdica, al ser un dios –y, por lo tanto, inmortal– no vivía entre los humanos y no tenía días libres. Distinto es el caso de Superman, Batman y otros superhéroes, que tienen una vida normal entre los humanos y conservan una identidad secreta en sus horas de descanso.

FUENTE:  Revista Digital defonline.com.ar

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