HOMENAJES: Tres Mujeres que trabajaron en el Proceso de Paz en Colombia
En este día tan especial, rendimos homenaje a las Centinelas de la Paz, las mujeres Gendarmes que trabajan por la Paz en distintas Misiones de Paz alrededor del mundo. Esta nota fue publicada en el mes de marzo del año 2017 por el Diario «El Espectador» de Colombia y en ella menciona a tres mujeres que trabajaron en el proceso de Paz en ese país, con distintas responsabilidades. Una de ella fue la actual Segundo Comandante (Polcie) María Eugenia de Juana, quien ya finalizó su misión y se encuentra de regreso al país.
El protagonismo de tres mujeres
Ser parte del proceso de paz ha hecho que estas mujeres encuentren puntos en común que van más allá del post conflicto. La lucha por los derechos de la mujer; su labor humanitaria y las ganas de seguir sirviendo a la sociedad, son solo algunos de sus ideales. Estas son algunas mujeres que hacen parte del equipo regional de monitoreo y verificación en el suroccidente del país (Andrés Córdoba, Diario El Espectador)
María Eugenia de Juana, Oficial de Gendarmería de Argentina
Antes de llegar a Colombia, la única experiencia que tenía María Eugenia eran enfrentamientos armados con criminales que ella cataloga como básico-normales. Esta mujer de 39 años proveniente de Argentina, lleva 16 como Gendarme. Una herencia de su abuelo y de su padre quienes se desempeñaron como oficiales y quienes vivieron en su momento el conflicto con la guerrilla Argentina.
Entre risas cuenta que de su familia, solo una de sus tías mostró preocupación cuando dio la noticia de que venía para Colombia. “Soy Gendarme”, dice mostrado su orgullo por aquella Fuerza Militar que participó en la Guerra de Malvinas en el año de 1982. Su novio, otro Gendarme puro, no ocultó su alegría cuando Eugenia le dijo que vendría a Colombia “se siente la distancia, pero como decimos, estamos es para hacer historia. Es para lo que entramos. Trabajar y ayudar”.
Es integrante del Mecanismo de Monitoreo y Verificación por parte de las Naciones Unidas, siendo su primera experiencia con esta organización. Desde que le ofrecieron la posibilidad de venir a este país para trabajar en el proceso de paz, le gustó la idea. “Me llamó la atención por el hecho de que era una misión nueva a diferencia de otras que ya llevan años dentro de las Naciones Unidas. Esta se estaba creando en la historia”, comenta.
Desde que llegó el 25 de septiembre de 2016, hubo algo que le sorprendió: varios de los guerrilleros con los que habló estaban sin fusil y sin uniforme. Había visto algunas fotos de ellos con su camuflado y armamento, pero su primera impresión era que habían desaparecido. Fue un cambio grande para ella. Un ambiente distinto. Sin embargo, los encontró cuando llegó a los campamentos. Pero poco cambió su percepción. “Ahí sí estaban armados, pero con el trato diario te das cuenta que estas son personas con sus ideales, con su forma de pensar. Ellos también están buscando lo mismo. Basta de muerte, basta de guerra y buscar la paz”, reflexiona.
Para María Eugenia es importante la alta participación de las mujeres en este proceso, ya que en este conflicto de más de 50 años, la mujer se vio agraviada. Algo, que para ella, es en lo que debe pensar la sociedad y las FARC, ya que hay muchas que han participado en la guerra. Asegura que la mejor forma de hacerle seguimiento y manejo a este tipo de situaciones es entre ellas mismas. Porque es más fácil entablar confianza entre ellas.
Alegre, risueña, enérgica. Así es esta Gendarme argentina. La Gendarme que vino para hacer historia, para ayudar a construir una mejor historia de Colombia. Un “granito de arena en la duna”, como se denomina. Pues resalta el trabajo que los observadores internacionales, civiles, gobierno y FARC han realizado. Sueña que dentro de unos años, cuando todo esto haya pasado, pueda ver un documental donde se hable del proceso de paz colombiano y ella pueda decir: “¡Yo contribuí, yo formé parte de toda esa ola gigante!”
Andrade, representante de las Farc en el Mecanismo de Monitoreo y Verificación Regional
Andrade le gusta la idea de llegar a consensos. Donde alguna vez su voz representó una orden ineludible e inmediata, hoy es un punto de vista, un aporte a un diálogo, un trabajo en conjunto con el que se toma decisiones frecuentemente.
Su visión cambió cuando llegó en 2014 a La Habana, Cuba, para dialogar con los altos mandos militares en la subcomisión técnica para el fin del conflicto y luego en la subcomisión de género para hablar sobre la importancia y rol de la mujer en Colombia. Ahí se dio cuenta de que se podía hablar con ellos, con las fuerzas militares a las que tanto había enfrentado en las montañas del suroccidente colombiano.
Tenía 20 años cuando ingresó a las FARC. Lo hizo un año después de que a su novio, un militante de la Unión Patriótica y quien se preparaba para asumir su cargo como diputado, lo desaparecieran. Nunca más hasta los días más recientes se supo de él. Corría el año de 1988 y ella tampoco pudo asumir su curul de concejal. Se vio amenazada y se refugió en las Farc.
Once meses después de haber ingresado le dieron la Comandancia de Escuadra, donde tuvo a su cargo 12 personas. Luego la Comandancia de Compañía, con 50 combatientes y después fue parte de la dirección del Comando Conjunto que luego se pasó a llamar Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano. Así se pasaron 28 años de vida.
Su entrega y experiencia en las Farc fueron argumento suficiente para llegar a la mesa de conversaciones en Cuba durante 9 meses. Llevaba 5 años de estar internada en las montañas del suroccidente y llegar a La Habana fue como “volver a la civilización”, asegura. Su experiencia no fue fácil, pues fueron varias las semanas en los que estudió día y noche, durmiendo de 3 a 4 horas, para poder aportar en la construcción de la paz de Colombia.
El compromiso de Mireya no para. Sigue comprometida con el país y con los suyos. Es la representante de las Farc en el Mecanismo de Monitoreo y Verificación Regional, donde se encarga del tema de logística. Espera en algún momento retomar los estudios en derecho que estuvo a punto de iniciar antes de que tuviera que huir de la muerte. También espera compartir con su mi familia, sus amigos y recorrer el país de manera libre.
Anyela Viviana Romero, Teniente de la Policía Nacional
La Teniente Anyela Romero será una de las mujeres en el país que tendrá un hijo para la paz. Tal vez lo haga siendo parte del Mecanismo de Monitoreo y Verificación, manejando el registro y gestión de la información de la regional Popayán.
Ella es la más joven de la sede. Tiene 32 años y hace cinco ingresó a la Policía Nacional. Con cuatro meses de embarazo, recuerda que en algún momento se cuestionó si debía tener hijos. Vivió algunas experiencias donde tuvo que entregar a madres o familiares los cuerpos de sus compañeros caídos en combate “hacíamos el acompañamiento y era muy duro ver a esas madres llorando, viendo como recibían a sus hijos por partes, debido a artefactos explosivos”.
Desde que supo que estaba en embarazo, su ilusión es darle a su hijo un país donde la palabra guerra no exista. Por eso se siente motivada al ser parte del equipo que ayudará a construir la paz de las futuras generaciones.
Satisfacción. Con esta palabra resume la experiencia que ha tenido desde que hace parte del mecanismo. Pero también le ronda por la cabeza la de aprendizaje, tranquilidad y crecimiento espiritual. En algunas ocasiones, hablando con Mireya supo qué eran las mujeres ‘farianas’, cuál era su ideología y cómo abordaban el tema de género.
En una ocasión, cuando acompañó al Mecanismo Tripartito a una salida, tuvo la oportunidad de conocer a varias guerrilleras de las FARC en embarazo. Se conmovió. Se dio cuenta de cómo estas mujeres disfrutaban tener sus hijos en el vientre en un momento de tranquilidad. Sin necesidad de esconderse o estar caminando largas jornadas. “Es un contraste donde se les ve a ellas dejando de un lado las armas para pasar a la vida civil. Ver cómo están generando hogar, familia y ver cómo están realmente felices, porque desde que inició este proceso querían ser madres”, cuenta la Teniente Anyela.
Otra de las experiencias que no olvida es el haber presenciado cómo soldados y guerrilleros se contaban anécdotas de guerra. “Se ríen. Hablan de sus historias de guerra y se ríen. Es curioso verlos sentados, ahí, hablando”, asegura. Para Anyela este hecho tiene gran significado. Pues si ellos que fueron los directamente involucrados pueden tomarse un café y hablar, con mayor razón puede hacerlo un civil.
Sueña algún día con ser mochilera. Es lo que anhela dentro de unos años. Poder recorrer el mundo. Mientras eso sucede seguirá trabajando por la paz de su hijo, de los colombianos y tratando de cumplir una promesa no pactada con las mujeres que hacen parte del mecanismo. “Dijimos que independientemente de que el proceso terminara dentro de un tiempo, todas debíamos llevar un mensaje a las mujeres, para que conozcan sus derechos y los hagan respetar”.
FUENTE: Diario El Espectador (Colombia) Marzo del 2017
https://colombia2020.elespectador.com/pais/el-rostro-femenino-del-mecanismo-de-monitoreo-y-verificacion-en-popayan